domingo, 31 de octubre de 2010

Carisma de la Madre Portalet

Para hablar de la historia de la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Inmaculada Concepción, tenemos que situarnos en un lugar y una fecha. El lugar es Toulouse, Francia y el año 1869. Eduviges Portalet lee en los acontecimientos la voluntad del Señor a la luz de largos tiempos de oración, del getsemaní del momento y de la realidad que trasunta un llamado y un desafio. 
Los acontecimientos presentan sombras para aquellos que privados de la luz natural estaban también privados de la luz de la fe. La oración de Eduviges Portalet está bañada con el suave rocío de la gracia divina que pone el tinte intenso de la fe y la fuerza para enfrentar con serenidad el riesgo tácito de abandonarse en las manos de la providencia. El desierto en la vida del cristiano o los tiempos de getsemaní purifican la fe y los ideales, como el oro se hace puro en el crisol.
En la vida de Eduviges Portalet la presencia del Espíritu Santo la conduce por un claro camino: La vocación a la vida consagrada. La Congregación de Hermanas de María Inmaculada de Marsella, le depara una misión: la educación de las niñas y niños ciegos.
El fundador de la mencionada Congregación, Padre L.T. Dassy, la designa a Toulouse para fundar un Instituto de ciegos, al que dedica todos los dones que le otorgó el Señor y todas las fuerzas de su ser.
La misión en la obra de Toulouse representa una consagración tenaz de Eduviges Portalet, en servicio de quienes se identifican con diversos rostros de la pobreza humana: económica, social, cultural, y desde luego física por la ceguera. El apostolado con ellos le significa una superación valiente de pruebas inauditas, una verdadera comunión con la "locura de la cruz". Apoyada en Dios, con una fe inquebrantable y una resistencia heroica, recupera esta misión, que le fue arrebatada.
Es justamente en el Instituto de niños ciegos, en la ciudad de Toulouse, donde funda la Congregación. Toda la intensa experiencia de la vida que lleva consigo: oración, vida comunitaria, abnegación, la pobreza como compañera inseparable y el servicio apostólico a "los que no ven la luz", son el fundamento para impregnar su espíritu en la fundación. La obra del instituto se expande en otros centros educativos para ciegos, abiertos por la misma Madre Fundadora, como el taller de jóvenes obreras ciegas, primero en Toulouse y después en Saintes.
En 1884, después de un proceso de conocimiento y devota compenetración con la espiritualidad de la Orden Dominicana, madre Eduviges obtiene la afiliación de la Congregación a la Orden de Predicadores, merced a solicitud de quien era padre, maestro y director espiritual de la Comunidad, el Padre Jacinto María Cormier. "Desde ese día, escribe la Madre Francoise Lohier, consideramos al Santo y buen Padre Cormier como nuestro Fundador". El carisma original, lejos de cambiar, se refuerza; la Congregación llevará siempre y a todas partes la Palabra Divina, cuya predicación es el carisma de la Orden de Santo Domingo.
La educación de los niños y jóvenes ciegos, esa apasionada e intensa misión de los orígenes se expande en la vida misma de la Madre Eduviges. Ella demuestra su docilidad al dinamismo inspirador del Espíritu, cuando acepta la fundación del Leprocomio de Cuenca, Ecuador, en América del Sur, con una Congregación todavía incipiente y pequeña. Es un reto, un desafío, una aventura, que para ese tiempo resultaba inaudita y que otras Congregaciones no quisieron aceptar. Ya no son los ciegos "que no ven la luz", son los leprosos, que no ven la felicidad, que se debaten en las tinieblas de la soledad y de la miseria; ahora, es a ellos a quienes hay que ayudar a recobrar la luz de la esperanza, el sentido luminoso del dolor y la serena claridad de la paz.
Este dinamismo de carisma que latía en el corazón de Eduviges Portalet desde los orígenes de la fundación, exigirá de sus hijas una sensibilidad consciente de adaptación del carisma primigenio a las necesidades y signos de los tiempos, al clamor de la Iglesia peregrina; al grito de los hombres y mujeres del "aquí y el ahora" de la historia.
El Carisma de las Hermanas Dominicas de la Inmaculada Concepción es la educación de los ciegos y ciegas, en situación de pobreza y desamparo. Concretamos el Carisma de una forma clara y sencilla: 
"SER OJOS DE LOS QUE NO VEN"
El contexto de esta expresión se amplía, desde los orígenes, más allá de los seres físicamente privados de la vista. Afiliada, quince años más tarde a la Orden de Predicadores, la Congregación recibe la savia del carisma perculiar de la Orden de Santo Domingo, la predicación de la verdad revelada. Así, los dos elementos se complementan y llevan en sí mismos, ese valor siempre antiguo y siempre nuevo de la difusión de la Palabra Divina, siendo "Testigos de Cristo" en el mundo (Cristo es la luz), mediante el testimonio de la vida y de la palabra.
En el devenir de la historia, se multiplican los rostros de los que deambulan como ciegos por inciertos caminos, de los "que no ven la luz": el ateísmo, la ignorancia, la marginación social, la pobreza, la enfermedad, los vicios y "tantos otros rostros de hermanos y hermanas donde la imagen divina está deformada por el hambre; rostros de quienes ven despreciada su propia cultura; rostros aterrorizados por la violencia indiscriminada..." (V.C.75)
A todos ellos llevamos la Luz del Evangelio a través de la educación (en sus múltiples facetas), de la asistencia a los enfermos y ancianos; de las obras de pastoral directa.

Historia del colegio “Las Capullanas”

Fue creado nuestro colegio por Resolución Ministerial Nº 2516 el 6 de marzo de 1956 gracias a las perseverantes gestiones de los Srs. Reynaldo Moya Espinoza, Félix Miranda Severino y Felipe García Figallo.
En la fotografía aparece Don Reynaldo Moya destacado periodista e historiador paiteño con residencia en Sullana, uno de los gestores de nuestro colegio.

  Lleva el nombre de "Capullanas" en honor a las capullanas, señoras que gobernaron la región tallán. Fueron ellas, mujeres valientes y hermosas, doradas por el sol norteño. Según los historiadores, llevaban capuces o capuchas desde la garganta, cuyo tamaño variaba de acuerdo a la jerarquía de cada una. Estas mujeres valerosas y decididas gobernaron numerosos señoríos litorales en el Antiguo Perú.



Su primera directora fue la Srta. Raquel Barreto Vilela, dama piurana de firme carácter,de profunda fe católica y de auténtica vocación docente.
La Madre María del Carmen Moreno de la Congregación Carmelitas de la Caridad, se encargó también de la dirección del colegio,por un corto tiempo. Le suceden las Sras. Blanca Ñique de Campos, Violeta Ortega, Aura Torres Plascencia, Consuelo Monroy, Graciela Cueva y Alicia Obando.

En la fotografía aparece el parquecito lateral al Parque de la Mater.


El colegio pequeño que dirigiera la Srta Raquel Barreto fue creciendo con los años hasta convertirse en Gran Unidad Escolar de Mujeres "Las Capullanas".
Pasó por épocas difíciles lo que dio lugar a cambios constantes de directoras y hasta la designación de una Supervisora interina enviada, desde Lima, por el Ministerio de Educación, la Sra. Consuelo Monroy.
Entonces, un 15 de agosto de l968 llegan a Sullana las Madres Dominicas de la Inmaculada Concepción. El pequeño grupo estaba presidido por la Madre Provincial, en auellos momentos, Madre María Cristina Rodríguez, quien encargó la dirección del colegio a Sor Paulina Espinoza Barba.
En la toma forográfica un lugar especial del colegio: la gruta en honor a la Virgen.
 


 La Hna. Paulina Espinoza, primera directora dominica, se quedó en Sullana acompañada de dos religiosas : Hna. Trinidad y Hna. Celinda y a partir de ese momento, siguiendo el camino de su inspirador Santo Domingo de Guzmán, las Madres Dominicas se propusieron contribuir a la educación de la región a través de la pedagogía del amor y la verdad de Cristo Jesús.
A la Hna. Paulina le sucedieron luego las Madres Antonia Alfaro Minchola ( hoy Madre General de la Congregación) Madre Tarcisia Vera Colonna, Belén Vértiz Cabrejos, Flor Díaz Pinglo, Elizabeth Checa Carlín y en este período nuevamente la Madre Flor Díaz Pinglo.
En la fotografía un grupo de alumnas de este taller dirigiendo la oración desde el escenario del mini coliseo.


Madre Eduviges Portalet (Vida y obra)

Fundadora de la Congregación de Dominicas de la Inmaculada Concepción

Eduviges Portalet nació el 3 de diciembre de 1826 en la ciudad de Lyon (Francia). Fue bautizada a los tres días de nacida con los nombres de Francisca Genoveva Eduviges (éste ultimo fue designado por su familia).

Sus padres fueron, Gastón Portalet, abogado de la Corte Real de Lyon y Zelié Eleonore Couturier, parisense de excepcionales cualidades humanas, destacándose su clara inteligencia, perseverancia y virtud. Sus padres eran cristianos ejemplares, Eduviges heredó las virtudes más relevantes de sus padres.

Recibió su Primera Comunión en 1838, siendo alumna de las religiosas Ursulinas de Villefranche. Este primer encuentro con Jesús dejó en su alma indelebles huellas y desde allí no suspiró sino por el Divino Esposo a quién le consagró su virginidad. El Espíritu Santo la enriqueció con todos sus dones en el sacramento de la Confirmación que recibió con mucha unción.

A los quince años ingresó como alumna en el Convento de la Visitación de Marcellín para terminar su educación.

En noviembre de 1862 no pudiendo retardar más el llamado poderoso de su vocación religiosa, ingresó a la Congregación de «Hermanas de María Inmaculada» de reciente fundación en Marsella.
Tomó el santo hábito en la noche Navidad, al mes de su ingreso, siendo nombrada posteriormente, Maestra de Novicias, cargo que ejerció con mucho acierto hasta su partida a Toulouse.
Cumpliendo el año canónico de noviciado, hizo su profesión temporal con un gozo indecible. Tres años aún quedó en la casa de Noviciado, siendo modelo de observancia, virtud y sacrificio.
Pero el Señor tenía otros designios sobre esta alma privilegiada. Él la quería para Madre de una nueva familia religiosa que extendería su Reino de Amor sobre la tierra. Fue así como el 25 de junio de 1866, fue designada para fundar un instituto para niños ciegos en Toulouse, del cual sería ella la superiora.

Los comienzos de esta fundación como toda obra escogida por Dios, tuvo grandes pruebas que Madre Eduviges Portalet soportó con gran espíritu de fe, amor y sacrificio. Gran amiga de la santa pobreza, se abrazó a ella con alegría para asemejarse mejor al esposo de su alma.

Madre Eduviges se abandonó a la Divina Providencia y no deseó sino hacer en todo la voluntad de Dios. Fue el mismo Señor que tomó la dirección del instituto y dirigió los acontecimientos. Así en agosto de 1868, la Curia Eclesiástica obligó a nuestra Venerable Madre a separarse de la casa de Marsella, por motivos serios y poderosos de la Administración del Instituto, quedando autónoma esta fundación y establecida la «Congregación Tolosana de la Inmaculada Concepción», bajo los auspicios de Monsier l’Abbé de Pons, Vicario General.

El 3 de octubre de 1868 a los dos meses de estos acontecimientos, renovó Madre Eduviges sus Votos Temporales. Mientras tanto otras almas generosas deseosas de congregarse al Señor, ingresaron al reciente Instituto, cuya vida de Comunidad se convirtió en semillero de virtudes. Fiel colaboradora fue la Madre María Francisca Lohier, quién desplegó gran celo apostólico secundando a Madre Fundadora en sus actividades y aliviándola en sus fatigas con verdadero cariño filial. Se le considera como Cofundadora de la Congregación y su recuerdo va muy unido a los inicios de esta nueva familia religiosa.

Animada del Espíritu de Dios que guiaba todos sus actos Madre Eduviges inicia la construcción del Instituto de Niños Ciegos en la Rue Montplaisir (1870) trasladándose al nuevo edificio el 30 de setiembre de 1871 con la Comunidad y los niños ciegos.

Su celo infatigable por dejar bien establecida la base de esta naciente Congregación no tuvo límites y grande fue su gozo cuando en la fiesta de Pascua de Resurrección de 1877 recibió las Reglas aprobadas por la Iglesia, Reglas que regirían desde ese momento a la Congregación.

El 21 de mayo de ese mismo año, inflamada de amor Divino, Madre Eduviges hizo su Profesión Perpetua y el 30 de setiembre fue elegida canónicamente Superiora General por unanimidad.

Después de su nombramiento como Superiora General, su primer deseo fue emprender la construcción de la Casa Madre en la Rue Montplaisir, iniciándose las obras en el mes de mayo de 1878.

Deseosa de extender su apostolado en bien de los invidentes, funda un Instituto para Obreras Ciegas en Saintes y más tarde abre también una Escuela en esa. En la Casa Madre crea un Externado en abril de 1882.

Se encontraba por esa época como Confesor Extraordinario de la Comunidad, el Padre Jacinto María Cormier, dominico. Madre Eduviges que siempre había admirado esta Orden de Santo Domingo por ser ellos los hijos predilectos de María Inmaculada y estando también la reciente Congregación bajo el patrocinio de tan amorosa Madre, quiso por inspiración divina, afiliar su joven familia a esta Orden Gloriosa, manifestando su gran deseo al Padre Cormier (1883). Este Santo religioso testigo de la vida edificante de las Hermanas, no solamente se alegró, sino se interesó vivamente por hacer realidad el deseo de Madre Eduviges, consiguiendo el fin propuesto ante el Maestro General de la Orden Dominicana, Fr. José María Larroca, quién accedió complacido su petición con el previo consentimiento del Ordinario del lugar.

No alcanzaron las palabras para describir la alegría de Madre Eduviges, cuando el 8 de diciembre de 1884, festividad de la Santísima Virgen, Patrona de la Congregación, quedó afiliada a la Orden Dominicana bajo el título de «CONGREGACIÓN DE RELIGIOSAS DOCENTES DE LA TERCERA ORDEN DE SANTO DOMINGO DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN», gozando de todos los privilegios de la Orden. Desde ese día la Congregación considera al Padre Cormier, (hoy Beato) como su Fundador.

En 1886 la comunidad recibe la visita del Maestro General Larroca, siendo esta visita un aliento y una alegría para el corazón bondadoso de Madre Eduviges.

Las obras se fueron extendiendo guiadas por la Divina Providencia allende los mares hasta nuevos horizontes de América. La Madre Fundadora había recibido reiteradas peticiones para una fundación en el Ecuador (América), para tomar a su cargo la administración y asistencia a los enfermos del Leprocomio de Cuenca. Conocedora que esta era la voluntad de Dios, hizo los preparativos del viaje, enviando a seis de sus religiosas que después de larga travesía, pisaron tierras americanas el 14 de julio de 1889, instalándose en Cuenca (Ecuador). Rápidamente se extendieron en toda esa República con florecientes obras de Beneficiencia y Educación. Algunos años más tarde, solicitadas para una fundación en el Perú, un grupo de religiosas pasó a la ciudad de Trujillo (1898) donde iniciaron el Colegio «Santa Rosa» que fue el primero de una serie de florecientes planteles de educación.

La Madre Fundadora seguía infatigable trabajando en nuevas fundaciones. El 19 de marzo de 1894, funda en Fanjeaux una Escuela en el Convento de tantos recuerdos de nuestro Bienaventurado Padre Santo Domingo y verifica la compra de dicho Convento. El 8 de agosto del mismo año, traslada a Mazéres la Casa Madre y abre Escuela y Taller.

El 4 de noviembre del 1894, la venerada Madre cae gravemente enferma. El Señor la reclamaba para sí. Ella había cumplido la misión que Jesús le había encargado. El Esposo Divino la llamaba a las Bodas Eternas para coronarla y ella se le presentaba con las manos llenas de buenas obras.

El 16 de noviembre de 1894, después de 12 días de gravedad rodeada de todas sus hijas que la lloraban, su alma se abrió como una flor para el cielo. A la edad de 68 años y 31 de profesión Religiosa, dejó el invierno de la tierra, para ingresar a la primavera eterna de la felicidad del cielo.

El perfume de sus virtudes y la semilla de su vida santa, sería el germen que fecundaría el jardín de la Orden Dominicana.

FIESTA DE LA LUZ


Con gozo las saludo y les hago recordar que se acerca el día más querido de nuestro corazón, para quienes somos hijas de Eduviges Portalet, el 16 de Noviembre “Fiesta de la Luz”.
Celebremos con júbilo el viaje de nuestra amada Madre fundadora al cielo, que nuestro ser se desborde en gratitud al Dios Creador, porque su obra sigue en píe. Sabemos que Eduviges desde la eternidad, con sus ojos bañados de luz sigue mirando el árbol de su Familia Religiosa que crece aún en medio de las contrariedades. En estos momentos en que escribo esta carta escucho susurrar al silencio, el compendio del pensamiento de nuestra Madrecita: “Crezcan, hermanas, crezcan… que sus ramas cobijen muchas vidas, sin olvidar que son semilla pequeña. Nuestro carisma nació con el sello de lo insignificante, en las noches calladas de la ceguera… Era la semilla, que mientras más se oculta, más engendra. Es en la humildad donde está la grandeza… Cuanto más crezcan dense más… es la perenne siembra”  
Mis queridas Hermanas me acerco a Ustedes para que juntas reflexionemos sobre la virtud de la humildad que adornó y santificó la vida de nuestra Madre Fundadora. Al releer su biografía podemos encontrar en su vida la clave para ser feliz, cuantas veces escucharía lo que nos dice la Palabra: ‘Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad’.
La humildad, tiene una condición fundamental, tiene que experimentarse interiormente.  Cada una de nosotras delante de Dios, delante de su carácter, delante de sus puntos de vista, tiene una reacción interior. Ahí es donde se ve si soy humilde o no. Por fuera puedo bajar los ojos, ponerme de rodillas,  inclinarme y decir que no soy digna, ser la última de la fila, por fuera es fácil; pero solamente es humildad, si en la propia vida interior aceptamos con paz y serenidad, los momentos de contradicción o disgusto.
En otra circunstancia, saber si nos corresponde pedir disculpas o no; o afirmar la verdad con claridad.
La humildad nunca será cobardía, requiere mucha fortaleza, mucha valentía, cuesta mucho y nace en nuestro interior; si ahí, en ese encuentro con Dios, en ese diálogo con el Espíritu Santo, en ese mirarme en Cristo, me doy cuenta: he pecado, no digo la verdad o mi carácter me complica o no respeto al otro… ¡ahí es donde va la lucha, buscando dentro de mí, que al hacer el bien y la verdad, haya paz y haya gozo!. Esa pequeña planta de la humildad, va creciendo en el interior, cuando veo algo bueno de los demás ¡y me alegro!, cuando veo algo malo de los demás y ¡procuro ayudarlos!, cuando alguien necesita mi ayuda ¡y voy con prontitud! Cuando alguien me mortifica ¡y procuro comprenderlo y corrijo con verdadera fraternidad!.
En el interior surge un estilo de vivir que luego se proyecta en las palabras, en gestos, en acciones, en reconocer la humildad en los demás.  Ese es el desafío de esta virtud, que requiere un nacimiento en el interior donde nadie ve.  Por eso, dice en el Eclesiástico: ‘Hijo mío, en tus asuntos procede con humildad’, primera clave de felicidad, que descubrió y vivenció Eduviges. Más adelante dice: ‘Hazte pequeño en las grandezas humanas’ ¡hazte pequeño, no te hagas el importante!
El niño se entusiasma con poca cosa; el niño sabe cambiar su estado de ánimo con una sonrisa de su mamá o papá, con una palabra de cariño. El pequeño es muy atrevido, puede pedir la luna; para él no hay imposibles.  Por eso nos dice ¡hazte pequeño, en ese trato con Dios! ¡Hazte pequeño! Y para ser pequeño hace falta una personalidad fuerte, una madurez grande; porque no temo mostrarme sencillo, transparente, porque mi personalidad está formada, es madura; no me preocupo de qué pensarán, o que debo o no hacer. 
Por eso, hacerte pequeño es lo contrario a infantil, es ser  una mujer madura, responsable, que sabe lo que quiere; y en su vida diaria o delante de Dios, es gente sencilla.  Clave de la felicidad: ¡hacerse pequeño – hacerse niño!
Si te haces niño, eres humilde, es sencillo ser mujer orante. Esta es la pequeña clave que descubrió nuestra amada Madre para ser feliz. A la luz de su vida, todas tenemos que estar en clave de conversión continua.
Quisiera también hablarles, de ese valor que en este tiempo se vive en nuestra patria de manera singular: la solidaridad. No solo la felicidad, sino la solidaridad.  Solidaridad que me atrevo a decir, espiritual y material, ¡están unidas!  Solidaridad espiritual: ¡recemos unas por otras, comunión de los santos! Ofrezcamos al Señor, nuestro rosario, nuestra comunión, nuestra presencia y participación en la santa misa, por aquel enfermo, por ese joven, por las vocaciones, por los damnificados de Ica, por los que carecen de libertad, por aquella mujer abandonada, por esta religiosa con problemas, por este hogar con dificultades! Y por tantas otras situaciones!!...¡Recemos unas por otras!  Esa es la solidaridad espiritual, tan apreciada por los santos. Esta Solidaridad espiritual da buen ejemplo ¡cómo ayuda el buen ejemplo!  Cuando se está de mala gana, o un poco triste o de mal humor ¡cómo alegra ver la cara sonriente de alguien que viene a tu encuentro.  
Eduviges transformaba el camino doloroso con su sonrisa, con su buen ejemplo, con su enorme magnanimidad, su oración asidua y confiada en la Providencia y con el derroche de su ternura. Ella sabía bien que la ceguera del corazón, apaga la luz, por eso se afana en hacerse pequeña, humilde, contemplativa, preparada siempre para brindar perdón, paz y solidaridad; riqueza martirial de su oblación. Mirando el desenlace de su fe necesitamos todas beber de esta fuente cristalina, participar con la cadena de la solidaridad del ejemplo.
¡Aprendamos a decir gracias! ¡a pedir por favor!, ¡a decir: ¡perdón!, ¡a sonreír, ¡a aceptar con grandeza de espíritu la cruz de cada día!, ¡a rezar por los demás!
Que la fiesta de nuestra Madre Eduviges trascienda no solo en nuestras Comunidades sino también en nuestros lugares de misión. Para eso hay que buscar que los niños, jóvenes y adultos aprendan a orar, a amar a los demás, a ayudar al prójimo, que descubran lo que a veces nosotros no sabemos enseñar: que ayudar al prójimo ¡llena de felicidad!, que el egoísmo que vemos hoy ¡no da felicidad!  Pero, ¡ayudémosle!, porque este mundo materialista apaga los valores del espíritu. A la juventud de hoy -decía el Papa- le toca cambiar el mundo con la solidaridad espiritual y la solidaridad material; esos voluntariados, estas hermandades movidas por el amor a Jesucristo.
Nos ponemos en las manos de nuestra Madre Santa María Inmaculada, Dueña y Señora de nuestra Congregación, y le pedimos: Ayúdanos a ser felices, siguiendo la clave de la humildad y de la infancia espiritual que tú nos has enseñado.  Ayúdanos a ser solidarios, no estando pendiente de nosotras mismas sino de los demás.
Hermanas, que no sea una luz de bengala la que prendamos, que esa luz quede encendida, que cada día haya alguien a quien le puedas dar la mano, sonreír, agradecer, darle un abrazo, perdonar, rezar… Y así, esa humildad, esa solidaridad nos colmará de felicidad, que todo el mundo desea. Busquemos esa felicidad a los pies del Sagrario como lo hacía Eduviges Portalet nuestra santa Madre fundadora.
¡FELIZ FIESTA DE LA LUZ!
Las bendigo con ternura y les doy el beso de la paz.
 

canto-A LA ROSA DEL PERÚ


En los jardines de Lima
En el año del Señor
Brotó en nuestro suelo patrio
Una flor de santidad.
Isabel Flores de Oliva
Es la rosa del Perú.
 
El Rey de cielos y tierra
 Mira a América con amor,
Pues tú Rosa bendita
Escuchaste de Jesús:
“De mi corazón oh Rosa
Sé mi esposa por favor”
 
Oh Rosa de Santa María
Bella rosa de Jesús.
Ruega a Dios por tus hermanos
Por el  mundo y el Perú. Bis
 
La cruz de Cristo, tu emblema
Desde niña hasta mayor;
Por las almas del Señor,
Penitencia y oración.
Es tu vida y tu palabra
Evangelio de amor.

Canto-ENTRE ROSAS Y ESPINAS


Entre rosas y entre espinas
Perfumada de pureza
Naciste Rosa limeña,
Para, la Iglesia, engalanar.
Bella flor de santidad
de virtudes adornada,
en el corazón del Verbo
eres un beso de amor.

Oh mi Dios, oh mi Dios
Si yo te amara,
si yo te amara mi Dios
Y amándote me quedara,
ardiendo en llamas de amor. Bis

Rosa hermosa y virginal
Fiel esposa de Jesús
Misionera de la gracia
 del Perú la luz de Dios.
Por ser Santa y  peruana,
Permaneces con nosotros
Predicando con tu ejemplo
Como hemos de vivir.

Oh mi Dios, oh mi Dios
Si yo te amara,
si yo te amara mi Dios
Y amándote me quedara,
ardiendo en llamas de amor.
Bis.

De Domingo hija fiel
Digna antorcha del Señor,
Alcánzanos desde el cielo
ese fuego abrasador.
Y en la tierra ser nosotros
Luz que alumbre en las tinieblas
Ojos de los que no ven,
portadora de la luz.

Cantos -MUJER DE LUZ


Eduviges Portalet
Fiel esclava del Señor
Portadora de la luz
Madre, Hermana, Mujer de fe:
Entre luces y entre sombras
Te entregaste a su querer (bis)
 
En la viña de Toulouse
Te hizo madre el Señor
Entregándote su cruz
En tu fiat se alegró
En pobreza y obediencia,
y en fecunda castidad. (bis)
 
El Señor te consagró,
Para ser mujer de luz.
Desde Francia hasta Perú
Hoy tu luz se irradia más
Eres fuego que enciende,
otros fuegos de amor.
Eduviges misionera
de ternura y compasión. Bis.
 
Por tu fidelidad
Tus hijas se alegran hoy
Alcanzadnos desde el cielo
Horizontes de santidad. (bis)